martes, 26 de mayo de 2009

Rasquin Bol: El manual de la convivencia, parte 1

06/10/2008

Por Mema Uricochea, invitada especial

En la clase de Comportamiento y Salud en el colegio (materia que es familiar para las personas que ahora tienen entre 26 y 40 años), la profesora, que nunca había tenido marido, y mucho menos novio, nos decía que lo más importante de la convivencia entre hombres y mujeres era la comunicación. Por un lado el fósil viviente que dictaba la clase, excluía de plano las parejas homosexuales y, por otro, confesaba a gritos, sin querer, que ella nunca había vivido con nadie. Ni hombre, ni mujer, ni gato, ni canario.

En mi sintética experiencia en el mundo de la convivencia he entendido que lo importante no es la comunicación, es la manera en la que se comunica y, sobretodo, se omite gran parte de nuestra intimidad. El éxito está en conservar su universo privado allá, en lo privado.

Por eso, aprovechando la invitación de mis amigas, expondré algunos puntos que considero indispensable para lograr una buena convivencia, en mi caso, con un hombre:

1. Haga caso omiso de medias con pecueca, vasos sin portavaso, zapatos en la sala, cacerola con huevo sin lavar, escupitajo de crema de dientes en el lavamanos, jabón pegajoso en la ducha, motas de pelos en el baño, cama mal tendida, ropa sucia en metódicas montañas, colillas sin botar, paquetes de papas con migajitas al lado, frascos mal cerrados, hornillas sin apagar, neveras abiertas, toallas húmedas encima de la cama, olla arrocera siempre encendida, horno con migaja incinerada y todas aquellas cosas que mientras lee se le vienen a la cabeza. Haga caso omiso y por nada, nada en el mundo, ordene, lave o repare el item ya que hacerlo la convierte en madre y no novia. Sugiera que sería divino ver tal cosa en su sitio, pero nunca la recoja ni la limpie, si no quiere que el paso siguiente sea que su novio le diga “mami”.

2. Tenga, de ser posible, horarios en contravía con su pareja. De manera tal que mientras usted va al gimnasio él haga uso del baño, o mientras él sale a correr usted pueda darse una buena ducha sin acoso de tiempo. Verse lo menos posible en horas pico puede ser una bendición ya que, cuando usted llega y no hay nadie, usted puede caminar en bola por la casa, tomar leche de la garrafa, depilarse las cejas viendo televisión, hacerse el blower, y su novio va a creer que usted se ve así porque es naturalmente bella y sin defectos. El hecho que usted no lo vea sonándose como un cavernícola o escupiendo como un futbolista va a hacer que usted vea en su novio, al príncipe de sus sueños. Si definitivamente le toca compartir el baño, sugiero que se ponga su ipod y tienda la cama bien tendida mientras el hombre hace uso, vaya uso, del baño. Nunca entre si no han pasado diez minutos desde la salida de su pareja. Eso puede apartarlos para siempre.


3. No haga preguntas imbéciles: si está gorda salga a trotar y coma menos, si tiene el pelo marchito vaya a la peluquería y córteselo, si no hay desayuno no pregunte ¿no hay desayuno? sino vaya y compre algo, si el carro tiene pico y placa no lo confirme preguntando (usted sabe que tiene pico y placa), si él llega tarde no pregunte ¿llegaste tarde, no? Hacer ese tipo de preguntas nos convierte en seres menos evolucionados, en la ameba de la línea del libro de biología que iba desde aminoácido hasta homus sapiens sapiens. Nos hace el hazmerreír en reuniones familiares donde el novio simpaticón, para congeniarse con el suegro, dice “ay es que tu hija siempre pregunta unas cosas”…y todos ríen, menos una. Si tiene algo que decir, calle.

4. Nunca, por ninguna razón, revise el celular de su novio o esposo. No nos digamos mentiras pero todas, al menos una vez, hemos cogido de manera casual el teléfono de nuestras parejas a ver que aparece “porai”. Por ahí pueden aparecer rayos y centellas. Nosotras también tenemos secretos en el teléfono, y por eso se llaman así, secretos, porque no queremos que nadie los sepa. Entonces no se haga la boba y piense dos veces antes de poner: buzón de mensajes, mensajes recibidos. No hagas a tu pareja lo que no quieres que te hagan. Además, la fidelidad es un tema ajeno al mensaje de texto, un mensajito de un amigo es como la pimientita de la vinagreta. Un polvito con un amigo si no es pimientita, es un aderezo muy peligroso y tóxico. Pero eso es otro tema.


5. Siempre mienta: los ataques de honestidad respecto a temas delicados la convierten en una mala mujer. Si se fue de chupetes con su compañero de oficina en la fiesta de navidad, haga caso omiso de eso, de lo contrario le tocará empacar maleta por casquibana. Si, por ejemplo, revisó el teléfono y vio que Sandra Ximena le mandó un beso a su novio, no utilice eso como argumento en una pelea (usted sale perdiendo), diga que nunca ha revisado el celular. Si no pagó las cuentas diga que si, de lo contrario será tachada de ineficiente (para eso hay Internet, pague todo mientras él duerme). Si no quiere hacer el amor (es tan lobo decir eso que me encanta decirlo) no diga que le duele nada, simplemente finja que tiene sueño y arrúnchese en forma de cucharita, luego tal vez le den ganas. Si estrelló el carro de su novio repeat after me: “pero cómo crees que voy a estrellar tu carro y no decirte!, además de una bestia manejando ahora resulté mentirosa!”. Finja estar seria y sentida. La religión católica nos enseña a no mentir, pero créame, en la convivencia es mejor decir mentiritas que exponerse a largas charlas sobre la confianza, la fidelidad, el respeto, el amor, la profundidad del mar….si su novio está con usted es porque usted es la mejor de todas, y viceversa, si usted sigue con él es porque es el mejor. Y se quieren. Sin tantas vueltas.

Podría seguir ilustrando claves para una convivencia sana. Pero eso es todo por hoy. Si mis amigas me invitan de nuevo, seguiré contando otra serie de cosas acerca del amor en parejas jóvenes en otro capítulo de RASQUIN BOL.

Ah! Y por supuesto, cuando vea a su novio con la mano entre el calzoncillo mientras ve televisión, no diga nada. Para ellos el “rasquin bol” es sagrado y sobretodo no tiene explicación lógica, entonces no trate de dársela.


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Diatriba contra los hombres churros y de ego frágil

06/09/2008

Por Susana

Llegué a la conclusión el fin de semana. Vi por enésima vez una película muy buena con Jude Law, Cameron Díaz, Kate Winslet y Jack Black, ‘El Descanso’. La trama: cuatro desconocidos se encuentran cuando las dos protagonistas intercambian sus casas, una en Londres y otra en Los Ángeles.

Graham (Law) es uno de estos personajes y el que inspiró este texto. Él es viudo y padre de dos hijas. Se enamora perdidamente de Amanda (Díaz) después de estar con ella un par de días. Graham es churrísimo (finalmente es Jude Law), sensible, romántico, no le tiene miedo a expresar sus sentimientos y llora sin problema (eso no lo hace menos hombre). La noche después de conocer a Amanda la invita al bar en el que estará y cuando llega al lugar lo primero que hace es buscarla. No llega como un macho en busca de polvo, ni a ver quién los está mirando, no se cree el irresistible del lugar. No. Quiere verla a ella y solo a ella.

Por todo esto pensé que Graham solo puede existir en una comedia romántica de Hollywood. ¿Por qué? Por razones que vengo acumulando desde los 15 años. Los hombres que saben que son churros o peor, que se creen churros, me generan una desconfianza terrible. Y, contrario a lo que parece, tienen un ego frágil que necesita refuerzo constante, ojalá proveniente de muchas mujeres. Una no es suficiente.

Todo comenzó con mi novio a los 15 años. Era el más churro del colegio. No más. No era profundo, ni romántico. No tenía nada aparte de una actitud de galán que me enamoró. Además era mi trofeo, pues yo y solo yo había logrado que se metiera en una relación “estable”. Ahí comenzó el problema. Las viejas le caían y a él se le multiplicaba el ego por mil. De repente comenzó a ver que no tenía sentido ser solo mío, que había mil viejas que querían comérselo y que era irresistible. Él tenía 18 años.

Pero no es un tema de madurez. Años después me encontré con otro espécimen de este tipo que tenía 25 y también era increíblemente churro. Si no se afeitaba un día se le veía esa sombra espesa en la barba que me chifla. Era delgado y, en líneas generales, se parecía a uno de los Il Divo (no en el talento escaso ni en la babosada, sino en la cara, solo en la cara). Pero por todo lo anterior era un cretino de esos a los que hay que huirles. Se creía irresistible y su ego era tan frágil, que necesitaba que todas las viejas que lo rodeaban y se morían por él le recordaran el semental que era. Me puso los cachos mil veces, después lo supe.

Definitivamente los churros son peligrosos. Pero más peligrosos son los que se creen churros. Además de ser ridículamente convencidos, tienen ínfulas. También me he encontrado ejemplares de este tipo en mi camino.

Y si todavía creen que es un tema de madurez, como muchas veces me lo han dicho, les presento el caso de un hombre de casi 40 que conocí en mi anterior trabajo. De lejos era lo mejorcito que había en la oficina y lo sabía. Por eso les coqueteaba a todas (no le importaba estar casado – pobre esposa-) y, aunque él insistía en que solo eran coqueteos inocentes, estaba claro que su ego necesitaba de la atención femenina. Por cierto, los hombres que están por llegar a los 40 y no quieren sentirse viejos también son peligrosos. Esta semana leí en una revista que este comportamiento ya está identificado por los expertos y es más común de lo que se cree, lo llaman “demon de midi” o “crisis de la mediana edad”.

No quiero que esto parezca una diatriba contra todos los hombres. Nunca podría hablar mal de todos, ni generalizar, porque irremediablemente estoy condenada a uno (por ahora, a todos los que aparezcan antes del elegido). Pero sí lo es en contra de los hombres churros de ego frágil. No es fácil encontrarse a un Graham en la vida. Quiero creer que existe y lo espero pacientemente. Quiero un hombre que me enloquezca, que cuando lo vea me parezca delicioso, que sea seguro de sí mismo y que tenga una actitud ganadora. Pero que no ande ávido de la atención y del sexo de mil mujeres, sino solo de mi atención, de mi sexo y de todo lo demás.

Quiero un Graham. Pero creo que él solo está en la ficción porque, sin ir muy lejos, el actor que lo interpreta, Jude Law, no pudo serle fiel a la mamacita de Sienna Miller sino que dejó que la niñera de sus hijos le endulzara el oído. No le importó nada, se la comió y fue infiel.


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¡Demonios! Siento celos de mi ‘fuckbuddy’

05/29/2008

Por Susana

Esta semana crucé la línea prohibida. Mientras escribo este post tengo un látigo en mi mano y me flagelo cada tanto. ¿Por qué estoy sintiendo estos celos infernales por el hombre por el que no puedo sentir nada diferente a atracción puramente sexual? Latigazo. Él es libre y yo también. Cada uno tiene su vida, sus parejas y le cae a quien quiera. Latigazo. Pero antes de ayer lo vi hablando con una mujer. Estaba feliz y el ‘flirteo’ era evidente, le sonreía, se le acercaba y tenía esa cara de Don Juan que pone cuando habla conmigo. Desde la distancia lo vi y estallé en ira. Si él hubiera sido mi novio le hubiera hecho una escena de celos. Pero no pude. Tuve que tragarme mi ira y partir con el rabo entre las piernas sin posibilidad de nada. Latigazo.

Antes de continuar desfogando esta ira que aun siento, tengo que hacer un paréntesis y explicar por qué tanto alboroto. Este hombre sin nombre es mi ‘fuckbuddy’, un hombrecito delicioso con el que tiro hace tres años. No puedo recordar cómo empezó esta bonita historia. Lo único que se, y siempre he tenido claro, es que no puede haber nada entre los dos, diferente a sexo, por supuesto. Si yo fuera una puritana sicorrígida nunca hubiera tenido nada con él, lo hubiera dejado ir porque él nunca será el padre de mis hijos. Somos muy diferentes y él no tiene nada que ofrecerme. Aparte de buen sexo. Pero como suelo dejarme llevar por la hormona libidinosa que tenemos todas las mujeres, tiramos una vez y desde ese entonces no he podido parar. Como telón de fondo de cada encuentro clandestino cada uno ha tenido sus historias aparte. Él sus novias y yo mis novios oficiales, de esos que se llevan a la casa. Cada uno le sirve al otro solo en la cama. Ese fue el acuerdo al que llegamos desde el principio, un pacto que nunca verbalizamos, pero que pudimos asumir en silencio como personas grandes que somos.

Por eso no puedo sentir celos. ¿O si? No, no puedo. Siempre he creído que los celos se sienten por alguien que uno quiere, o que, por lo menos, es de uno. Él no es mío y juro que no lo quiero. Latigazo doble. No he querido verlo desde ese día y no le contesto el celular ni los mensajes que me manda por Messenger. Sigo mortificada y confundida. ¿Será que estos celos son una alerta para retirarme a tiempo? No se. ¿Me estoy sobre actuando? Tampoco se. Latigazo. Vamos a ver qué pasa. No es la primera vez que trato de dejarlo y que pienso que ha llegado el fin. Lo que comenzó como un jueguito interesante ya va en esto. Sigo latigándome, mientras entra una llamada a mi celular, es él. Siento mariposas en el estómago. Pero no voy a contestar. Latigazo, latigazo, latigazo.


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Con razón Demi Moore está en forma

Por Elvira

Las mujeres estamos jodidas en muchas cosas, sobre todo en esto de la edad. Si uno se levanta un tipo menor, se lo come y lo echa del apartamento saltándose el arrunchis y la conversación innecesaria, es una perra desalmada y una asaltacunas. Peor aún, si una mujer ya está entrada en los cuarenta, es una cuchibarbie deplorable que tiene que empezar a comportarse como una mujer de su edad. En cambio los hombres cuarentones solteros son unos campeones, las canas los hacen más atractivos e interesantes, los gordos los hacen tiernos, y si se levantan a una vieja veinte años menor que ellos son unos triputas. Pero bueno, así son las cosas. De malas nosotras.

Revolcarse con un chiquitín es una grata experiencia. Con la edad, uno cambia unas cosas por otras. Por ejemplo, la velocidad por la creatividad, el afán (cuando uno tiende que hacerlo a escondidas) por el tiempo extra que gana cuando ya no tiene a los papás en el cuarto del lado, y la capacidad de pedir lo que uno quiere cuando quiere sin tener que contentarse con lo que le tocó.

Hace poco conocí un niño al que le llevaba ocho años. A esta edad, ocho años menos son muchos años menos. Era buena gente, súper lindo, pero por desgracia mía, el chino hablaba hasta por lo codos. Gracias a Dios (a veces) los tragos suelen anular todo eso que a uno le molesta cuando está sobrio, hacen que aflore la simpatía y que el juicio se nuble. Después del cortejo y los besos necesarios, el chino muy avión se me insinuó. Propuso su casa, pero ante la imagen de la mamá sirviéndome desayuno al día siguiente, me lo llevé a la mía.

Llegamos a la casa y empezó la faena. Chunchunchun, chanchanchan, por aquí, por allá, así y asá. ¡Oh por dios, déjame respirar! Realmente había olvidado la resistencia de los veinteañeros tempranos, y cuando uno tiene que actuar como si tuviera 18, es realmente agotante. En algún momento, ya con la rasca disminuida y la insistencia desesperada del chico, pensé que me iba a dar un infarto. No puedo decir que el polvo no haya sido bueno, fue diferente, pero creo que me quedo con la pausa del experimentado.

Por eso, no le di tiempo para que se acomodara después de finiquitada la faena, para el arrunchis, el posible “¿te gustó?”, ni mucho menos para el desayuno. Le pedí un taxi tan pronto pude y lo mandé a desayunar con su mamá. Cerré la puerta y me sentí aliviada de haber chuliado al joven y de tener la cama para mi y sólo para mi. Comerse a un chiquilín es chévere, pero uno aprende que definitivamente la práctica hace al maestro.


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Bienvenidos

Por RevistaFucsia.com

Susana y Elvira son dos mujeres normales que, como todas, han tenido experiencias bellas y amargas en el amor y el sexo. Aún no llegan a los 30 y no han encontrado al príncipe azul que de rodillas les ofrezca la roca que las obligará a compartir la misma cama con un hombre de por vida. Y tampoco han encontrado a uno que les cumpla todas sus fantasías y que merezca que dejen de vivir la vida que se merecen dos profesionales solteras, exitosas y atractivas en una ciudad que ofrece todo tipo de experiencias. RevistaFucsia.com les ofreció este espacio para que registren todo lo que saben del amor, de los hombres y del sexo.

Bienvenidos entonces a esta bitácora que se actualizará varias veces a la semana. Será un espacio que promete dejar atrás prejuicios, cursilerías y eufemismos. Y no será dirigido solamente a mujeres. Los hombres también encontrarán información valiosa para satisfacer –en todos los aspectos- a sus parejas y para por fin descubrir de qué hablan las mujeres cuando se encuentran.